"Rocío del cielo", nuestra madre coronada

Llegaba el mes de junio y con él, un sin fin de momentos inolvidables que quedarían grabados tanto para la historia de nuestra hermandad, como de nuestra formación.

Llegaban los días prevíos de la coronación canónica de nuestra titular, el centro de todo junto a su hijo, María Santísima del Rocío. En todos y cada uno de los ensayos que rodeaban a estos días con tintes festivos en calle Santiago, se palpaban los nervios en todos y cada uno de nuestros componentes, no solo abriríamos el cortejo procesional en estos días tan señalados, la música de la Redención volvería a sonar tras la Virgen del Rocío 20 años después, en esta ocasión, durante el traslado que se realizaría desde la Iglesia del Salvador hasta la Santa Iglesia Catedral.

Nuestros niños de la Agrupación Musical María Santísima del Rocío se adentraban en calle Santiago a los sones de «Llega la Redención», era 29 de junio, comenzaba el sueño esperado por todos.

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Aquel 29 de junio el sol bañó como nunca el rostro de nuestra bendita madre. María Santísima del Rocío se erigia vestida con el manto de la Virgen de la Inmaculada de Castilleja de la Cuesta y sobre el paso procesional de Nuestra Señora del Rosario de San Julián. Fue en la Plaza de San Leandro donde nos uniríamos a nuestros niños de Rocío, para abrir musicalmente el cortejo que acompañaba a nuestra titular mariana.

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Fue una mañana de intenso calor y aún así, la música de la Redención no cesó a lo largo de todas las calles que nos conducían hasta nuestra primera parada, la Iglesia del Salvador, en la que se desarrollarían los primeros cultos a nuestra amantísima titular, un besamanos a lo largo del día siguiente y posterior pregón de la coronación canónica por la querida Angelita Yruela. Entre los días 1 y 3 de julio se desarrolló un solemne triduo preparatorio que serviría de antesala a los días que quedaban por llegar.

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Los nervios solo hacían crecer, se acercaba el momento de volver tras ella. Llegaba la tarde del 4 de julio y los corazones aceleraban el pulso. No habían llegado aún las 9 de la noche cuando sonaba «Madre» y nuestra Virgen del Rocío comenzaba a enfilar la rampa del Salvador, comenzando así el traslado hacia la Santa Iglesia Catedral. «A ti, Sevilla de mis amores», «Bendita tu eres», «Espiritu Santo», «Lloran los clarines», «María Santísima del Rocío» y un sin fin de composiciones que vibraron desde nuestros instrumentos tras nuestra bendita titular, era una oportunidad que no podíamos dejar escapar para entregar todo de nosotros, por y para ella.

Las lágrimas de nuestros componentes por la emoción y los momentos que se estaban viviendo no tenían precio. Estaba siendo una tarde mágica junto a nuestra Virgen. Poco fue el tiempo que duró aquella travesía en la que nos embarcamos pero tan intensos fueron los minutos, que se sintieron por horas y horas. Fuimos felices bajo la luz de su mirada, todo un partenón para albergar oraciones.

Solo nos separaban horas, desde que finalizó aquella noche extraordinaria del 4 de julio, para que nos volvieramos a reencontrar. Toda la avenida de la Constitución esperaba a la que ya podíamos nombrar como «María Santísima del Rocío Coronada». Los más de 200 músicos que conforman la familia de la Redención nos abríamos paso con nuestra música  a lo largo y ancho de la avenida, anunciando el gozo y la alegría que suponían aquel 5 de julio. Nuestra música, volvía a sonar por y para ella, como siempre ha sido.

Mientras nuestra música avanzaba, se acercaba el momento. Las bambalinas con forma de concha, símbolo santiaguista, llegaban al dintel de la Puerta de San Miguel, los compañeros de la banda de música de la Cruz Roja marcaban el himno, el resto es ya historia. Cantes rocieros, tamboriles y flautines, palmas, vivas, vengalas, y un largo etc. Todo aquello que rodeó a la Santísima Virgen en su vuelta hacia la calle Santiago, todo aquel rito cargado de simbolismo sirvió para rememorar en el tiempo uno de los días más grandes en la historia de la Hermandad. Ninguna crónica hará justicia a los días que pudimos vivir entre junio y julio.

 

Ese amor propio de la primavera y su color, volvió a florecer durante unos días…

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