Crucifixión, magna pasionista en Lucena y el arte de la "Santería"
«Lucena vive la Pasión» y la música de la Redención, presente y participe de la primera magna pasionista que vivía la localidad cordobesa. Pudimos conocer de primera mano y de una manera muy completa un nuevo concepto que no se sirve de lo ya cotidiano de las grandes capitales.
Lucena tiene su propia forma de vivir la pasión, muerte y resurrección del Señor. Su Semana Santa, cofradías y patrimonio tienen luz propia.
Marcaban las 6 en punto de la tarde cuando nos encontrábamos afinando los instrumentos en la Plaza de San Juan. Desde ésta, partíamos en ordinario en busca de la Parroquia de San Mateo situada en el centro neuralgico de la localidad, allí mismo, en la Plaza Nueva, se encontraba la carrera oficial por la que horas más tarde discurriría todo el cortejo procesional.
San Mateo podía acoger en si misma toda la pasión del Señor, pues en ella aguardan distintas hermandades, la Pollinita, Servitas y Humillación, el Silencio, la Caridad y a la que acompañabamos, Amor y Paz y su Cristo de la Crucifixión, imagen titular a la que acompañaríamos en aquella jornada histórica, que fue tallada por Pedro Muñoz de Toro y Borrego a mediados del siglo XIX y cuyo conjunto escultórico, de nueva hechura, está realizado por el imaginero natural de Lucena, Francisco Javier López del Espino.
Dentro de la amalgama de detalles, iconos, el color, las imágenes y conjuntos escultóricos que pudimos contemplar en primera instancia destacaba algo en particular, llamaba la atención (cuanto menos) , los hombres que portaban los «tronos» allí conocidos como «santerías». El arte de la santería es el codigo propio y personal que posee Lucena, completamente distinto de todo lo conocido dentro de la propia Córdoba e incluso a lo largo y ancho del resto de Andalucía. La santería lucentina tiene su origen entre los siglos XVII y XVIII, época marcada por la aparición y auge de muchísimas cofradías por toda Andalucía. Como tal, fue un concepto asentado más tarde, concretamente hacia el siglo XIX. Los santeros, quienes portan a sus imágenes titulares, son los encargados de imprimir ese carácter y fuerza a las procesiones y a su manera de desfilar.
Las formaciones que allí nos concentrábamos eramos, más que nunca, un acompañamiento musical, integrados en el cortejo, sintiéndonos parte de todo, pero nada podía eclipsar a la magia que envuelve a las santerías.
La música de la Redención estuvo arropada en todo momento por el calor y cariño del público presente a lo largo de todas las calles. Pudimos vivir momentos únicos de manera constante. Fueron habituales ciertos parones con motivo de la espera que ocasionaba el hecho de que cada hermandad o cofradía, esperase a poder entrar en el lugar que le correspondía, pudiendo apreciar de esta forma algunos de los distintos pasajes de la Pasión del Señor.
Delante nuestra llegamos a ver a la imagen de Nuestro Padre Jesús Caído, por otro lado y durante gran parte del recorrido, se erigia delante nuestra la santería de Nuestro Padre Jesús del Valle, nazareno acompañado por la imagen de Simón de Cirene. María Santísima del Mayor Dolor, obra de Castillo Lastrucci. Nuestro Padre Jesús Nazareno, obra centenaria con siglos de historia y devoción a sus espaldas.
Un total de 18 santerías procesionaron aquella tarde y noche de septiembre en Lucena con motivo de la primera magna pasionista que tenía lugar en la localidad.
Fuimos privilegiados, por ser partícipes, de nuevo, de una efeméride con tanto peso y valor cultural y artístico.